“Here’s a particularly stupid theory. If we take «The Doctor» to be the Doctor’s name – even if it is in the form of a title no doubt meaning something deep and Gallifreyan – perhaps our earthly use of the word «doctor» meaning healer or wise man is direct result of the Doctor’s multiple interventions in our history as a healer and wise man. In other words, we got it from him. This is a very silly idea and I’m consequently rather proud of it.”

— Steven Moffat, 1995, CompuServe

En el 2008, la temporada de Russell T. Davies como showrunner, básicamente el regente absoluto de la serie, de Doctor Who estaba llegando a su fin. Davies no solo se retiraba del programa, sino que David Tennant se iba con él. Esto representaba un gran problema, ya que no solo Davies había revivido al show y lo había llevado a convertirse cada vez más en un fenómeno global, Tennant también había sido un éxito. El joven y carismático actor escocés se había convertido en un favorito entre los fans que ya lo colocaban al lado de Tom Baker, el inolvidable Cuarto Doctor, en los primeros lugares de sus listas de los mejores Doctores de la serie. Seguir al creador de la serie resucitada y a uno de los más grandes Doctores era una tarea difícil.

Davies eligió sabiamente a su sucesor. Steven Moffat ya tenía una carrera en la TV británica para cuando escribió su primer guion para Davies. La historia en dos partes The Empty Child/ The Doctor Dances fue uno de los momentos más altos de los episodios de Christopher Eccleson, el Noveno Doctor. Moffat escribiría para las 4 temporadas de Davies, siendo su punto más alto Blink, un episodio del Decimo Doctor que es generalmente considerado uno de los mejores capítulos en la historia de Doctor Who. A Moffat se le conocía por sus episodios ingeniosos y un poco “oscuros”, así que que cuando se hizo el anuncio fue bien recibido por los fans. Si alguien podía seguir los pasos de Davies, era su “alumno” Moffat, que se había convertido en el maestro. Mientras que Davies con frecuencia editaba los guiones de otros escritores, enfatizaba que a los de Moffat no les cambiaba ni una sola palabra.

Moffat necesitaba un cómplice, y escogió a Matt Smith para interpretar al viajero de la cuarta dimensión. Eccleson había sido un joven Doctor, y Tennant, a los 34 años, lo era todavía más. Pero Smith acabó siendo el Doctor más joven en la historia del show, con apenas 23 años cuando se subió a la TARDIS por primera vez. Smith resultó una elección muy acertada, un Doctor de rostro joven y ojos viejos. El primer episodio de la quinta temporada, The Eleventh Hour, es posiblemente la mejor introducción que ha tenido un Doctor, y el mejor primer episodio para iniciar a ver la serie. “Is this world protected?” pregunta el Onceavo Doctor a la fuerza invasora de ese primer capítulo mientras vemos imágenes de todas las amenazas a la Tierra y los rostros de los 10 pasados Doctores antes de que Smith se introduzca: “Hello, I’m the Doctor. Basically, run”.

Junto con Smith vinieron dos partes esenciales de su corrida como Señor del Tiempo: los Pond. Karen Gillen como Amy fue una compañera moderna del Doctor, decidida y valiente que no tenía incomodidad en mostrar interés meterse en los pantalones del Doctor. Pero su corazón se lo acabó dando a Rory, interpretado por Arthur Darvill, cuyo amor y devoción por Amy fueron legendarios y milenarios. River Song (Alex Kingston) completó el triunvirato de compañeros, la misteriosa “esposa” del Doctor que Moffat había introducido en uno de los episodios que había escrito para Davies. El misterio de River Song sería algo que ocuparía gran parte de las primeras dos temporadas de Moffat.

Los guiones de Moffat tenían una característica (irónicamente) algunas veces olvidada en Doctor Who: recordaban que era un show sobre viajar en el tiempo. El viajar por el tiempo en la serie generalmente se usa como el viajar por el espacio, para visitar algún lugar interesante, pero las incongruencias, paradojas ontológicas y ciclos causales son también parte de ese tipo de historias, y Moffat se divirtió mucho con ellas. Aunque algunas veces se le criticaba por lo exageradamente complicadas que resultaban algunas de sus paradojas, una de ellas incluye un ciclo que cubre las tres temporadas de Smith, fue grandioso ver a un escritor que se divirtiera tanto con elementos tan intrínsecos del viaje por el tiempo que son frecuentemente olvidados en un show sobre viajes por el tiempo.

Moffat también cambió la dinámica entre el Doctor y sus compañeros. A diferencia de los anteriores, Amy y Rory no pasaban todo el tiempo con él. Tenían una vida de casados y ocasionalmente se unían al Doctor para tener aventuras, una relación que duró una década (según el tiempo del show).

Los Pond eventualmente acabaron teniendo una vida tranquila en el pasado, y Clara Oswald (Jenna Coleman) fue la nueva compañera de Matt Smith, la que lo acompañaría mientras Smith (y Moffat) navegaba hacia dos de los eventos más importantes en la historia del show.

El primero era el 50 aniversario del show. Para celebrarlo, Moffat no escatimó en ambición. La Time War había sido un concepto introducido por Davies en el que el Doctor había cometido el genocidio de su propia raza para detener la guerra contra los Daleks que amenazaba con destruir todo el universo, y Moffat se decidió a cambiarlo. Su Doctor siempre gana y siempre salva vidas. Introdujo a John Hurt como el Doctor Guerrero e incluso trajo de vuelta a Paul McGann, que tan solo había aparecido como el Doctor una vez, en 1996, para mostrar su regeneración. Todo culminaría en The Day of the Doctor, con el regreso de David Tennant, un especial de altos valores de producción que fue la primera reunión oficial de Doctores desde The Two Doctors, en 1985. Moffat sabía que lo que hace mágicas a las reuniones entre Doctores es la intersección entre ellos, así que los reunió a Smith, Tennant y Hurt lo antes posible. Una lección que algunos especiales en el pasado olvidaron (te estoy viendo a ti, The Five Doctors).

El segundo era el límite de regeneraciones. Durante décadas se había establecido que el limite eran 12 regeneraciones, y Moffat decidió que era tiempo de iniciar el ciclo otra vez. Agregó dos regeneraciones (la del Doctor Guerrero y una en la que el Décimo conserva su cuerpo) al mismo tiempo que los Señores del Tiempo le concedían al Doctor todo un nuevo ciclo. Después de una emotiva despedida por parte de Matt Smith, Moffat inició una nueva era con el Doceavo Doctor, Peter Capaldi.

Capaldi fue el completo opuesto de Smith, un Doctor de rostro viejo con ojos jóvenes, que marcó un cambio radical en su caracterización. El Doceavo fue un Doctor brusco y tosco, que no le gustaba mostrar su afecto por las personas y en ocasiones podía mostrarse desinteresado en el bienestar de los demás, o cruel en el peor de los casos. A Moffat le ocurrió lo que les ocurre a muchos escritores de cómics (cuya narrativa es lo más similar a Doctor Who que hay): después de agotarse terminando su Gran Opera que cierra años de tramas, se ven con la necesidad de iniciar nuevamente, ya sin el ímpetu original. El Doctor de Capaldi también se vio arrastrado por la continua participación de Clara, que siempre funcionó más como un elemento narrativo para festejar el 50 aniversario del Doctor que como un verdadero personaje, a pesar de la capaz interpretación de Jenna Coleman.

Los guiones rara vez estuvieron a la altura de las capacidades de Capaldi como actor, e incluso cuando le daban oportunidad de explayarse, como en su memorable discurso anti-guerra en The Zygon Inversion, solía ocurrir en medio de olvidables episodios.

Eso no significa que la corrida del Doceavo Doctor haya sido toda un desperdicio. Listen y Heaven Sent, un episodio que Capaldi carga él solo, fueron clásicos. Y la décima temporada, con la introducción de Bill (Pearl Mackie) nos dieron una muestra de las alturas que pudo haber alcanzado esta encarnación del Doctor. Capaldi nunca debió de haber sido el Doctor más frío, sino el más emocional. Sus palabras hacia su peor enemigo(s) en su último capítulo regular, “Where I stand is where I fall” fueron de las más memorables que ha tenido el show, a la altura de cualquiera de los mejores momentos de Smith o Tennant, y su «Trilogía de Despedida» – World Enough and Time/The Doctor Falls/Twice Upon a Time – es junto con The Time of the Doctor de Matt Smith los mejores episodios finales de un Doctor en la historia del show.

En retrospectiva, Moffat fue la elección idónea para seguir a Davies. La labor de Davies fue titánica: tenía que reintroducir el show, y mostrar que era moderno y relevante mientras que construía toda una nueva mitología que no podía permitirse estar atada a la anterior, a riesgo de que esos 40 años de continuidad arrastraran al programa y, con muy pocas excepciones como traer de vuelta a Elizabeth Sladen como Sarah Jane, eso fue lo que hizo. Esto le permitió a Moffat dar rienda suelta a su fanatismo. Sus Doctores fueron modernos, y si bien creo nuevos villanos, nunca fue tímido en rescatar del olvido clásicos como The Great Intelligence o los marcianos que llevaban años sin ser referenciados. Sus episodios tenían referencias tan oscuras como la “controversia de datación de UNIT” o el sello de los Time Lords de The Master o tan obvias como las “cosas redondas” de la TARDIS o la aparición especial de Tom Baker. Pero sobre todo, lo que demostró Moffat en estas 6 temporadas es un perspicaz entendimiento de quién es el Doctor y por qué hace lo que hace.

Si nunca han leído una entrevista con Moffat por favor no lo hagan, sus comentarios en la mayoría de los temas lo revelan como alguien un poco desagradable. Pero sus observaciones sobre el Doctor y su programa siempre son acertadas. Hablando sobre el destino final de Bill, aclaró que por supuesto que no murió, porque Doctor Who no es un programa oscuro y el mundo tiene ya muchos de esos; Doctor Who es un show donde al final el optimismo y el amor siempre triunfa al final del día.

Más acertada de todas fue la descripción de la creación del Doctor: no le fue dada una espada, sino un desarmador para arreglar; no le dieron una nave de batalla, sino una caja para pedir ayuda y su superpoder fue un corazón extra. Moffat siempre le dio las mismas cualidades a los 4 (o 6) Doctores que escribió: inteligencia, heroísmo y compasión. Su Doctor era el que siempre encontraba la manera de salvar el día, que atravesaba el tiempo y el espacio para salvar a las personas que ama y que nunca, nunca se ponía más feliz que cuando nadie moría. Sin esperanza, sin testigo y sin recompensa. Su Doctor era simplemente un héroe.

Moffat desplegó las mejores características de un escritor que toma las riendas de una franquicia que existía décadas antes de que trabajara en ella y que existirá por mucho tiempo después: respetaba y minaba el pasado mientras tenía un pie en el futuro. Nunca “deconstruyó” al Doctor ni sintió la necesidad de hacerlo más cinico, oscuro y violento para que se ajustara a los tiempos modernos; al contrario, lo hizo más sincero e inocente, cimentando todas esas cualidades mostradas de manera tal vez mas errática en las décadas anteriores. Siempre supo que no era más que un cuidador, un salvaguarda de uno de los personajes más icónicos de la Ciencia Ficción y que su motivación principal debía de ser el preservarlo intacto para las futuras generaciones.

Doctor – I let you go.


–Héctor

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