Nuestro amigo Marcelo Marignani accedió a que publicáramos esta escrito sobre los hábitos de lectura de Tolkien. Esperamos sea de su agrado.
La profesora universitaria, autora y académica de Word on Fire, desde su adolecencia Holly Ordway, ha estado fascinada por El Señor de los Anillos y su autor, JRR Tolkien. De hecho, su tesis doctoral fue sobre el tema de la literatura fantástica moderna, que naturalmente incluía un análisis en profundidad de Tolkien y su influencia en el género.
¿Qué hay de las influencias de Tolkien? Después de todo, no inventó la literatura fantástica. Tales obras existieron antes de Tolkien, y se sabía que había leído y estudiado obras antiguas, como Beowulf, Sir Gawain y el Caballero Verde, la mitología nórdica, etc. Pero, ¿cuánta fantasía moderna y contemporánea había leído Tolkien? ¿Influyó en su revolucionaria contribución al género?
La curiosidad de Ordway sobre esta pregunta fue el punto de partida para su libro más reciente, “Tolkien’s Modern Reading”, una inmersión profunda en las fuentes e inspiraciones de la imaginación creativa de Tolkien fuera de la erudición medieval que era su experiencia profesional.
De manera bastante regular e injusta, Tolkien ha sido descrito a menudo como alguien desinteresado en la cultura popular y la literatura moderna, que en contadas oportunidades se dignó a leer un libro escrito después del año 1400. Esta impresión fue dada en gran parte por el biógrafo Humphrey Carpenter, de ninguna manera es mi objetivo criticar a Carpenter por quien guardo un gran respeto. No existe biografía perfecta ¿Por qué vamos a exigir que la de Carpenter lo sea? Creo que sus errores se deben falta de perspectiva, habían pasado solo un par de años de la muerte de Tolkien. Además, en última instancia, debemos tomar a la biografía de Carpenter como lo que es, SU biografía de Tolkien, SU visión de él, en donde existen datos veraces y otros no.
Holly Ordway no podía entender cómo un hombre cuyos libros han hablado con tanta fuerza al mundo moderno podía (supuestamente) estar tan poco interesado en él. Así que buscó en archivos y bibliotecas de todo el mundo, leyendo entrevistas, cartas y ensayos para descubrir qué era la literatura moderna que Tolkien leía, amaba e influía. Lo que descubrió fue que Tolkien estaba mucho más influenciado por los escritores y pensadores de su tiempo de lo que a veces se piensa. Leía y disfrutaba leer mucho. Comenzó a desarrollarse una bibliografía diversa y sorprendente: William Morris, a James Joyce, Dylan Thomas, la otrora popular y graciosamente llamada Marvelous Land of Snergs. Es más, Tolkien no solo leyó la fantasía moderna; leyó ampliamente en muchos géneros: ciencia ficción, cuentos para niños, novela policíaca, poesía y ficción en general. Para otros también será bastante sorprendente descubrir que Tolkien disfrutó profundamente las obras de socialistas y feministas radicales de Sinclair Lewis y Simone De Beauvoir. No estaba de acuerdo con TODO lo que decían; sin embargo, leyó sus bibliografías de manera exhaustiva. Ordway ha desacreditado a fondo «una regla para gobernarlos a todos» de Carpenter.
Ordway menciona:
“En este estudio, entonces, hemos considerado cuidadosamente todo lo que sabemos que Tolkien ha leído sobre la poesía y la prosa en lengua inglesa posterior a 1850 … Hemos notado las ocasiones en las que el propio Tolkien reconoció que su lectura moderna influyó en su ficción, incluyendo cómo George Dasent y Algernon Blackwood lo ayudó a llegar a los nombres de “Moria” y “Grietas del Destino”; cómo George MacDonald lo ayudó a representar a los Trasgos; cómo William Morris lo ayudó a encontrar la forma mixta de prosa y verso de los primeros cuentos. Estas son las propias admisiones de endeudamiento de Tolkien y hay otras.”
Como vemos, su criterio sobre lo que constituye la «lectura moderna» de Tolkien es bastante específico. En primer lugar, la obra en cuestión debe ser una obra de ficción, poesía o drama publicada en inglés a partir de 1850 o posterior. En segundo lugar, debe existir evidencia demostrable de que Tolkien lo había leído o que al menos estaba familiarizado con él. Ordway examinó entrevistas de archivo, cartas, charlas y declaraciones grabadas de amigos, familiares, corresponsales, colegas y otros. Incluso fotografías de Tolkien proporcionaron una prueba visual de que al menos poseía un libro: una foto de Tolkien en su estudio revela muchos títulos modernos en la estantería detrás de él, como Secret Water de Arthur Ransome (1939) y Borrowers de Mary Norton serie (1952-1961). Los hallazgos se discuten de manera encantadora a lo largo del texto del libro y se destilan hábilmente en un gráfico útil que muestra que Tolkien «interactuó con … un total de 148 autores [modernos] y más de 200 títulos».
Aquí Ordway hace un cuestionamiento a la veracidad y exactitud de la lista incluida en “Tolkien’s Library” del italiano Oronzo Cilli. Ordway rechaza algunos títulos propuestos por Cilli como parte de la biblioteca que Tolkien poseía, a otros los pone en duda y a otros los etiqueta como “incomprobables”. Entiendo que Ordway solo quiere pruebas de lo que realmente leyó Tolkien. Pero en mi opinión, el hecho de que alguien haya adquirido un libro, lo haya comprado, pedido prestado, conservado si es un regalo o haya expresado interés en él, incluso si solo ha leído una parte del libro o no lo ha leído en absoluto, nos dice algo sobre esa persona, su intereses y aspiraciones.
Incluso un devoto acérrimo de Tolkien puede preguntar con razón: “¿Por qué importa esto? ¿No puedo disfrutar de El Hobbit y El Señor de los Anillos sin saber que Tolkien leyó Dune (No le gusto) Narnia (tampoco le agradaba) y que era fanático de las novelas policiales de Agatha Christie y Dorothy Sayers?
Sí, se podría. No obstante, este libro es importante porque abre una vía completamente nueva de erudición y, por así decirlo, de «gestión de la reputación» para Tolkien. ¿En qué más se equivocó Humphrey Carpenter? Ordway presenta evidencia de que Carpenter pudo haber distorsionado deliberadamente su personalidad, pintando un cuadro de Tolkien como un poco brusco, despectivo y cascarrabias. Esta imagen ha persistido durante décadas. Ordway argumenta en su libro que el supuesto odio de Tolkien hacia la modernidad y el modernismo fue profundamente exagerado. Ella argumenta que Tolkien era un hombre profundamente contencioso y consciente que se preocupaba por el mundo moderno. Asistió al cine, leyó libros modernos, disfrutó conduciendo automóviles, se suscribió a varios periódicos para mantenerse al día con los eventos mundiales y participó en activismo político ocasional. Incluso adoptó duras posturas contra temas como el apartheid sudafricano, cuando apenas era un destello en el radar de las noticias internacionales. Incluso apoyó nominalmente el Vaticano II, una serie de cambios litúrgicos que los católicos tradicionalistas modernos todavía se quejan unos sesenta años después.
Tal hazaña solo fue posible porque Tolkien era un lector crónico. Consumió todos los libros que pudo conseguir. Como escribe Ordway, un año compró con orgullo libros por valor de más de 200 libras (8.000 dólares en dólares modernos).
Ciertamente, la adoración de Tolkien por los clásicos de Homero, Chaucer, Beowulf y los diversos mitos nórdicos e islandeses no está en duda. Fue, ante todo, un clasicista. Cuando tenía la oportunidad, siempre animaba a Oxford a centrar sus limitados recursos de enseñanza en los clásicos del inglés antiguo, dando una importancia secundaria a los textos en inglés medio y en inglés moderno, a la Shakespeare y Dickens. Eso no significa que su gusto por la lectura fuera «estrecho» en ningún aspecto. De hecho, Ordway argumenta que su famoso amigos, CS Lewis, podría ser etiquetado como ludita mucho más que Tolkien. Y ya que de Lewis hablamos, CS dijo una vez que influir en Tolkien, era como intentar influir en un bandersnatch. Pero Ordway desafía esta afirmación y señala distintas influencias de Lewis y los otros Inklings en la obra del profesor. Mas aquí debo adoptar la misma actitud que ella tiene con Cilli y decir que la muchas de esas supuestas influencias son en todo caso discutibles, a mi parecer son más bien puntos comunes entre la mayoría de los inklings. Otras están completamente erradas, como por ejemplo la mención de que la prohibición de los Valar a los Númenóreanos, está inspirada en Perelandra, siendo que la prohibición existía desde las primeras versiones de La Caída de Númenor, escritas varios años antes que Perelandra.
Sea como sea, el libro de Ordway, con 10 años de preparación, es una valiosa adición a la miríada de libros y artículos sobre Tolkien y su legendarium de la Tierra Media. Y si bien es un trabajo de erudición, también es legible, entretenido y esclarecedor.