I Am Iron Man
Alejándose del lustroso cine pop de Marvel del Siglo 21 que Favreau inició en Iron Man y que Joss Whedon culminó el año pasado en Avengers, la mano de Black cuenta con un estilo más grumoso y tosco, habiendo hecho su nombre en los 80’s escribiendo películas de acción como Lethal Weapon y The Last Boy Scout, y con sus sellos característicos instantáneamente reconocibles para todos aquellos que estamos familiarizados con su trabajo. La comedia es parte intrínseca de la acción, y brilla particularmente en esta película gracias al enorme talento de Robert Downey, quien es capaz de crear una relación que fluye con ligereza con prácticamente todos los miembros del elenco con los que interactúa. El humor siempre ha sido parte del Universo Marvel desde su concepción – ya sea la comedia de pastelazo de Thor o los interminables gags de Whedon – y en esta entrega en particular cuenta con particular prominencia gracias a la experiencia de Black en esa área. Enfocada menos en el punchline para remarcar una escena en particular, el humor nace de ellas de manera natural en la que Black y su co-escritor logran evitar la pedantería que estuvo tan presente en la decepcionante secuela anterior y que incluso hacía su aparición en Avengers.
Volviendo a la pregunta planteada por Steve Rogers, la manera en la que la película la contesta es quitándole a Tony Stark todo lo que uno consideraría parte esencial de Iron Man. Huyendo de sus enemigos, Stark se encuentra sin su dinero, sus aliados, su tecnología y sin su fiel asistente virtual para demostrarse a sí mismo – y a la audiencia – que la armadura no hace el héroe; otros pueden usar sus tecnificados caparazones, pero sólo existe un verdadero Iron Man. En una larga secuencia de acción, que le debe más a las películas de acción de los 80’s que a anteriores entregas de Marvel, Stark se enfrenta a un ejercito de desechables malhechores con poco más que un resorte y un reloj de niña, demostrando que no necesita de sus costosas armaduras para ser un héroe y que el verdadero significado de Iron Man proviene de su ingenio, su valentía y su increíble talento para las frases mordaces. Claro, siendo una película de Iron Man, no podía falta una emocionante escena que involucre dos o más armaduras, y ahí llegamos durante el clímax de la cinta, en una muy bien realizada (y, eh, “Toyetica”) secuencia de acción con docenas de versiones de la armadura de Iron Man. Este clímax, en particular, es un ejemplo de dicotomía en la que Iron Man 3 se encuentra: sucede en un muelle curiosamente desprovisto de autoridades, un set piece de los 80’s si alguna vez vi uno, en el que se muestra a Tony Stark en su más superheroico modo. Iron Man 3 es entretenimiento retro veraniego de alta calidad.
El elemento más controversial de la película es su villano, singular, Aldritch Killian (Guy Pierce) ya que parte de su plan es la creación de una figura maligna, elusiva, y a final de cuentas, completamente ilusoria en The Mandarin. Aunque hasta cierto punto se podría argumentar que la maravillosa actuación de Ben Kingsley hubiera hecho brillar a The Mandarin como una verdadera figura caótica y anárquica, Iron Man 3 no es The Dark Knight, y así como lo vemos en la película tiene resonancia con la figura de Tony Stark. Los mejores villanos son los que sirven como un oscuro reflejo de nuestro héroe, y Killian tiene ese rol este filme. Mientras que Stark, una figura egocéntrica y presumida, logra superar sus fallas emocionales para convertirse en un héroe, Killian se deja consumir por ellas. Ambos crean una máscara que es con la que se enfrentan al mundo, pero mientras Killian la externaliza en la forma de The Mandarin, Stark logra internalizarla y reconciliarla con su ser. El enfrentarse a Killian en su momento más bajo sirve como una purga, un Walkabout o limpieza espiritual después de la cual puede decir con toda certeza y seguridad “I am Iron Man”
El final es particularmente revelador y satisfactorio. Stark decide finalmente deshacerse de su última muleta al someterse a un proceso quirúrgico para removerse el reactor Arc que le daba poder a sus armaduras y que mantenía a raya la metralla tan cercana a su corazón. El renacimiento de Tony Stark por fin concluye, finalizando el arco argumental que se sostiene particularmente bien desde Iron Man, a Avengers, a Iron Man 3 – obviando, por supuesto, la pseudoadaptacion de Atlas Shrugged que Favreau nos recetó la vez pasada la cual simplemente no figura.
¿Qué le depara el futuro a Iron Man? Los créditos nos dicen simplemente “Tony Stark will return” Es un hecho que Robert Downey ha dicho más de una vez que dejaría al personaje una vez iniciada su quinta década, algo que se encuentra a solo unos años de distancia. El hecho de reemplazarlo en el papel es, francamente, inconcebible. Sin importar lo que le depara el futuro, Iron Man 3 no es un final, no es el fin de Tony Stark como Iron Man, al contrario, es un inicio que a su vez funciona como un muy eficaz cierre de un ciclo.