Elliot Alderson es especial. De día, trabaja como uno de los tantos expertos dedicados a proteger la seguridad de las grandes empresas, pero de noche usa sus habilidades con la línea de comando de otras maneras: es un hacker. Su don no nace solamente de sus dotes tecnológicos, sino de su capacidad para ver lo que hay dentro de los demás; para Elliot, saber lo que una persona esconde es tan fácil como ejecutar como súper usuario. Por eventos de una niñez traumática, que se remontan a su difícil madre y la muerte prematura de su padre – el único que lo entendía – Elliot sufre de ansiedad social y depresión clínica. Pero más que todo, Elliot sabe que hay algo terriblemente mal en el mundo; la riqueza se encuentra distribuida en manos de unos pocos, mientras que el resto de las personas se encuentran dentro de una esclavitud sistémica moderna de cual es imposible escapar y de la que muchos ni siquiera están al tanto, siendo sumisos frente al consumismo moderno que los tiene anestesiados. Elliot se encuentra impotente, sin saber qué hacer, hasta que se topa con un misterioso personaje que al parecer lo estaba siguiendo; desaliñado y con aspecto de vagabundo, no se conoce mucho de él, siendo su característica más peculiar su uniforme de trabajo adornado con el nombre “Mr. Robot”. Este peculiar personaje será el encargado de guiar a Elliot en un mundo donde un puñado de individuos busca cambiar la sociedad literalmente jodiéndola primero.
Porque fuck society.
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La descripción suena muy tradicional, incluso presentando elementos Campbellianos de la Jornada del Héroe, pero Mr. Robot tiene poco de tradicional, al contrario, es un show enteramente postmodernista que presenta una incómoda visión de la sociedad actual y que nos brinda una narrativa refrescante que logra sobresalir incluso en el aguerrido campo de la televisión actual, donde todos los días parece salir una nueva serie que impulsa los límites del medio y pretende dejar alguno de los tronos vacíos dejados por verdaderos clásicos como Breaking Bad o Mad Men. Sin embargo, Mr. Robot no pretende imitar ninguno de esos shows; su camino se encuentra marcado por otras fuentes, fuera del campo de la televisión.
Elliot es el ancla del show. Un Joven Enojado que logra capturar la aislación y enajenamiento de la juventud actual gracias a los precisos guiones y la magnífica actuación de Remi Malik. Sam Esmail, el creador de la serie, lo utiliza como narrador no confiable; en el primer capítulo nos dice que él mismo se autoprogramó para que cada vez que escuchara el nombre de su némesis E-Corp él – y nosotros – lo escucháramos como “Evil Corp”. Esto pone de facto en tela de juicio la realidad que se nos es presentada: ¿lo que vemos está pasando realmente o es una representación solipsística de la mente de Elliot? Yuxtapuesto con el resto del show, es fascinante, porque lo que vemos es algo muy parecido a la realidad. Evil Corp bien podría ser Microsoft, o alguna de las más oscuras pero no menos poderosas como Halliburton o Manpower, y la personalidad de Elliot – rebelde, inconformista – podría ser la de cualquier joven universitario con el que nos crucemos en la calle.
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Dentro del canon ficticio, Elliot es en la superficie un antihéroe, ese arquetipo narrativo tan socorrido en los últimos tiempos. Como Walter White y Don Draper de las mencionadas Breaking Bad y Mad Men; o Travis Bickle o el personaje encarnado por Ed Norton en Fight Club. Por otra parte, todos ellos contaban con una profunda amoralidad o inmoralidad en sus personalidades y actos, así como una marcada corriente de egoísmo. La primera vez que vemos a Elliot es cuando encara a un pedófilo que traficaba pornografía infantil justo antes de que la policía llegue por él ya que Elliot les había mandado todas las pruebas de sus delitos. Mr. Robot convence a Elliot de unirse a su causa – su fsociety – después de que le explica que su propósito no es mero caos, sino una redistribución de la riqueza como solución a la rampante inequidad mundial. Dentro de ese paradigma, Elliot es tan antihéroe como Robin Hood.
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Uno de los puntos más fuertes del show es la presentación de la tecnología y el mundo de los hackers en pantalla. Es un hecho conocido que la mayoría de los escritores no tienen ni la más remota de lo que una línea de comando se supone que sea, o con qué se come. Su concepción del hackeo involucra una interface visual en la que los elementos son representados lo más eskeumorficamente posible (i.e. un firewall es un literal muro de fuego) en medio de algo que parece sacado de un Playstation 4. O la versión de bajo presupuesto, donde simplemente le dan a los actores un montón de palabras al azar como “GUI”, “Visual Basic” e “IP” con la esperanza de que nadie en su audiencia se dé cuenta de que lo dicen no tiene sentido (CSI, en particular, es horrible en eso como en todo lo demás).
En cambio, en Mr. Robot se nota que existe un verdadero asesoramiento detrás de lo que vemos en pantalla. Volviendo a la primera escena del primer episodio – que realmente sirve para mostrar los aciertos del show en todos los aspectos – Elliot triunfalmente le dice que el que controla los nodos de salida de la red TOR controla el tráfico, lo cual es una acertada descripción de la manera en la que el anonimato que provee TOR no es tan anónimo como uno pensaría. Es la primera vez que recuerdo que se mencione TOR en una serie de televisión, y ni hablar de una correcta aseveración de sus vulnerabilidades. Aunado a la correcta muestra del uso de lo que se llama ‘social engineering’ (engañar a las personas para que den sus datos) Mr. Robot se posiciona muy por encima de otras muestras del género.
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Tal vez en ocasiones se sacrifica exactitud por narrativa, como por ejemplo cuando una de los hackers descubre la combinación de una caja fuerte viendo convenientemente la fecha del diploma de la graduación de maestría de su marca, pero eso es válido. Jamás se pide realismo exacto y fundamental, porque sería rara la ficción que lo sobreviviría, sin embargo, se aprecia que los creadores del show pongan todo su empeño en crear una realidad creíble que, como diría el gran Philip K. Dick, no se venga abajo ante el más mínimo cuestionamiento.
Mr. Robot es parte de la nueva camada de programas de televisión que parece que realmente son dirigidos por personas con un estilo visual distintivo. No es controversial decir que, más allá de la calidad del guion, la mayoría de los programas de televisión muestran una insipidez preponderante. Basta comparar el primer episodio de House of Cards, dirigido por David Fincher, con el resto de la serie. El año pasado, el distintivo estilo visual de Cary Joji Fukunaga le dio a la primera temporada de True Detective un élan que la media docena de directores de la segunda no pudo iguales. La fotografía de Mr. Robot, en la que con un acertado uso de la regla de tres, logra imprimir un sentido de asfixia y opresión mediante, paradójicamente, el manejo del espacio negativo en el cuadro. Aún si no se está familiarizado con técnicas fotográficas, su impacto se siente e instintivamente se nota que lo estamos viendo no es común dentro del medio televisivo. Si a eso le aunamos el uso de un soundtrack apropiado, Mr. Robot es el paquete completo: una obra artística pero carente de pedantería que se sostiene por sus propios y cualquier pretensión que llega a tener la cumple con creces.
Es imposible saber si el nivel de calidad se mantendrá en las siguientes temporadas. Orphan Black, un show alabado por su ingenio en su primera temporada, ahora corre con los puros vapores y se sostiene gracias al trabajo de su protagonista. Hannibal pasó de ser un procedural a lo que literalmente quería su creador que fuera: basura pretenciosa casi creada por un estudiante de artes del primer año. Pero no me cabe duda que hoy, con su primera temporada por concluir, Mr. Robot es el mejor show del verano, y uno de los puntos más altos del verano. Es el show que todos deberíamos de haber estado viendo en lugar de preguntarnos cómo es posible que el tipo que apenas sabe dirigir haya hecho una versión más entretenida de Red Dragon que Hannibal.
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El final de la temporada se pospuso por sus similitudes con la tragedia en Virginia, pero lo veremos el miércoles 2 de septiembre por USA. No se lo pierdan.
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–Héctor

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