Hace unos días, mientras la gran mayoría de los fans estábamos inmersos en paroxismos de felicidad gracias al debut del más reciente corto de la nueva cinta de Star Wars, un pequeño segmento de, vamos a ser gentiles y llamarlos ‘personas’, se volcaron a su red social de preferencia para crear el hashtag #BoycottStarWars. ¿Cuál era el motivo de su furia? ¿Acaso una trepidación y miedo a que se repita las precuelas, universalmente consideradas como un producto inferior a las originales? No, su problema es que John Boyega, el actor elegido para interpretar al Stormtrooper que busca la redención y, posiblemente, se convierta en Jedi, es afroamericano. Si a ello le aunamos la presencia del guatemalteco Oscar Isaac y de Daisy Ridley para completar el trío que estelarizará está nueva trilogía se puede ver la causa de sus quejas: no hay ningún hombre blanco entre ellos.
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Esta furia reaccionaria y los guerreros del teclado detrás de ella se ha convertido en algo recurrente a través de todo el espectro de aficiones; la fantasía y la ciencia ficción, que solía ser el refugio del desadaptado y del rechazado, se les ha estado arrebatando poco a poco durante décadas, a pesar de que los temas que se tratan actualmente no son tan disimiles de los del pasado; solo han cambiado sus protagonistas y en lugar de que la inclusión y el multiculturalismo sea metafórico, ya es literal.
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Las explosiones de rencor e impotencia cada vez son más frecuentes. Basta recordar el infame #GamerGate del año pasado en el que, disfrazado bajo un estandarte de una supuesta búsqueda de «ética periodística en los videojuegos«, se buscó acosar, amenazar y atacar a cualquier crítico social del contenido de los videojuegos. Desafortaunadamente, todas las ofuscaciones del mundo no eran suficientes para esconder la misoginia rampante debajo de ese patético movimiento. Siendo un medio relativamente nuevo, los videojuegos no están acostumbrados al tipo de análisis critico que otros reciben constantemente, por lo que actualmente es donde ocurre más este tipo de situaciones. Apenas ayer, el festival South by Southwest, canceló dos paneles – uno a favor de GamerGate y sus estupideces y balbuceos sobre «ética», y otro sobre el acoso en los videojuegos debido a amenazas de violencia. Probablemente el festival acabe reemplazando los paneles con otro par igualmente lógico y congruente, como, digamos uno de neonazis y otro de judíos.
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En otros medios continuaron ocurriendo casos similares. En el mundo de los cómics, se intentó hacer algo similar con el llamado #CoverGate, donde argumentos carentes de lógica y melodramáticos se usaron para apoyar una portada del título de Batgirl. Mientras algunos fans hiperventilaban sobre la supuesta Segunda Venida de Frederic Wertham, el exceso de oxígeno no les dejaba comprender por qué la portada no era apropiada para el título. Esta baja calaña de fans son los mismos que hace unos meses lloriqueaban por la revelación de que Iceman de los X-Men podría ser gay.
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En el mundo de la literatura, desde hace un par de años se ha intentado influenciar y manipular las nominaciones a los otrora prestigiosos premios Hugo, que se dan a lo mejor de la fantasía y la ciencia ficción. Esta campaña, los Sad Puppies, tiene como propósito nominar obras que sea ‘descaradamente pulp, sin mensajes’ porque ¿quién podría pensar usar la ciencia ficción para explorar temas de carácter social?
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Otro caso reciente fue la publicación de una nueva serie de Captain America con Sam Wilson como protagonista. Ahí, Cap se enfrenta a la Serpent Society, que se encontraba cazando indocumentados en la frontera y cuyo líder sonaba curiosamente parecido a la estrella de reality show/precandidato a la presidencia de los Estados Unidos Donald Trump. Cap procede a darle a dicho personaje un puñetazo en la cara. La respuesta de los medios conservadores, primero en la red, luego en la radio y la televisión, no se hizo esperar. Después de todo, es inconcebible que Captain America se involucre en *gasp* asuntos políticos.
Lo más patético del asunto no es que las personas que suelen quejarse de la inclusión y del progreso simplemente revelan su castrada impotencia mientras se imaginan ser valerosos campeones que luchan en contra de lo ‘políticamente correcto’, sino la poca o nula capacidad intelectual que demuestran al evidenciar su incapacidad para internalizar la temática de aquello de lo que se profesan «fans».
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Porque este es el gran secreto que parece que nunca les ha dicho: la ciencia ficción y la fantasía, en todas sus formas, nunca ha sido de ellos.
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Como todo, libros, películas y cómics se crean dentro de un ambiente social, un ambiente claramente heteronormativo y patriarcal, sí, por lo que se ve reflejado en las historias, pero la corriente progresiva ,y en ocasiones subversiva, ha estado presente desde hace mucho tiempo. Tomando en cuenta el ejemplo de Star Wars, Leia es una princesa, que en un punto de la trama tiene que ser rescatada, pero durante toda la saga demuestra valentía y liderazgo que rivalizan – e incluso superan – las de sus coestelares masculinos. Y si bien se tiene que recurrir al ‘racismo fantástico’, con el Imperio siendo exclusivamente humano y la Rebelión siendo la que está compuesta por miembros de todas las especies, el mensaje multicultural se encontraba ahí desde el principio. Haciendo hincapié a lo ya dicho, el quejarse por la raza de Finn te hace una terrible persona, y un pésimo fan de Star Wars. En una linea similar, si te encuentras quejándote de Iceman siendo gay, entonces espero que nunca hayas leído X-Men de manera regular, porque cada segundo que pasaste haciéndolo fue una perdida de tu tiempo.
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El mundo de los cómics siempre ha sido liberal. Él siempre genial Mark Waid, en respuesta a una ‘persona’ que dijo que si los liberales querían su Captain America deberían de crear uno, recalcó que eso fue exactamente lo que hicieron, en 1941. Captain America se creó con el expreso propósito de golpear al odio en la cara, y eso es precisamente lo que hace cuando se enfrenta a un stand-in de Donald Trump o sus seguidores. En cuestiones de raza, el camino ha sido lento, pero se ha avanzado mucho desde aquellos tiempos en los cuales se tenía que usar «Black» en los nombres de todos los superhéroes de color. Tal vez las caracterizaciones de autores de cómics como Denny O’Neil y Tony Isabella no fueron las mejores, pero tenían el corazón en lugar indicado.
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Más difícil ha sido el camino en lo que respecta a la representación de mujeres en el medio de los cómics, ya que aunque las superheroinas han sido parte importante del medio desde el inicio, en más de una ocasión el sexismo y la misoginia se han hecho presentes.
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Pero las cosas han mejorado mucho en estos días. En Marvel tenemos a la siempre mencionada Ms. Marvel. ¿Por qué ha recibido tantas alabanzas? Porque es un cómic de una persona de color, de una religión distinta a la que acostumbramos, es un personaje femenino y, por si fuera poco, esta impecablemente bien escrito y bien dibujado. También tenemos a una mujer reemplazando al hijo de Odin y siendo la nueva Thor. No Lady Thor o Miss Thor. Ella es sólo Thor. Estos títulos, y otros como Batgirl de DC, demuestran un intencional alejamiento de aquellos cómics que muestran a las mujeres como objetos de placer para fanboys patéticos.
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He mencionado a los partidarios de Donald Trump porque los análisis del inesperado éxito del experto en bancarrotas como candidato se pueden aplicar a las reacciones de la fanaticada frente a los avances que han acontecido en cuestiones sociales. Primero, es un sentido de victimización que los llena de furia, agravado por un aparente beneficio que se le da otros sectores de la sociedad y segundo, se percibe que se les está «robando» lo que les pertenece – y si piensan que estoy siendo exagerado al comparar estos dos sectores aparentemente disimiles, les puedo compartir enlaces que muestran claramente la intersección entre los que repiten una y otra vez «Trump 2016» y la fanaticada misógina y racista.
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Pero estos remanentes atávicos están condenados a desaparecer. Siempre habra esos eunucos desvalidos que con orgullo claman que no hubieran visto una cinta como The Martian si el protagonista hubiera sido mujer «luchona«, pero ellos simplemente no cuentan. La sociedad los va a dejar atrás. En eso, sus lloriqueos tienen razón; no tienen ningún tipo de poder ni pueden hacer nada al respecto.
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Su error fue pensar que alguna vez lo tuvieron.
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–Héctor